Paradoja es
empezar la Champions con la misma funesta representación ante un rival de
mismo pero descafeinado perfil con un semestre de reflexión tras el
desastre. El esperpéntico acto de anoche evidenció importantes carencias en un
equipo que reveló no haber aprendido de los fallos cometidos en primavera.
La infame
pasada temporada de Piqué; la capital baja de Abidal
(resaltado por Cruyff como el único irremplazable junto a Messi), y la negativa inercia de un crepuscular Puyol no impidieron que,
paradójicamente, el inoperante Director Deportivo de la entidad, Andoni Zubizarreta,
reforzase dos años seguidos el ya superpoblado centro del campo culé, dejando
la retaguardia a merced de los desaciertos de los mediocentros. Los dos errores
de un Mascherano excelente en todo excepto las transiciones defensivas (quimera culé) que costaron dos títulos (Copa de Europa y Supercopa de España)
no amilanaron al nuevo técnico a la hora de juntarlo con otro mediocentro que
nunca se había desempeñado en ese posición. La argucia de Emery, la
velocidad de Emenike y la superlativa capacidad de contragolpe del Spartak,
fusilaron al Barcelona en dos suspiros. Paradójico resulta que el nuevo míster
alardease (puyazo al Madrid mediante) de cantenaros tras marginar a Bartra (el único defensa en el banquillo) por un recién llegado reubicado.
Los problemas
de transición defensiva tampoco parecen haber sido solucionados (véase los dos
goles) y el perfecto manual de ataque posicional de antaño ha variado hasta
convertirse en un lisonjero devenir de pases sin intención. Los cambios de
juego y controles orientados al primer toque se han perdido en unos Pedro y
Tello que, aunque están en buena forma, no desbordan hacia el centro obligando
las coberturas de los centrales rivales para liberar a los laterales en sus desdobles y a un
Messi más rodeado que nunca. Bién es cierto que no cuenta el Barsa, lesionado Iniesta, con ningún jugador (mortal) que rompa líneas, pero
este es un trabajo más de pizarra que de capacidad personal.
El capítulo
de las particularidades cuenta con luces y sombras. El cariacontecido Cesc no encuentra la luz al final del túnel. Villa, aun regresando de una
lesión, no mejora su escaso trabajo colectivo, ayer
volvió a hacer otro absurdo pase de 40 metros hacia atrás como en Anoeta (minuto 3:10) que casi cuesta el empate. Esperanzadores son los casos de Xavi
y Thiago. Excelentes en la creación, están llamados a compartir parcela.
El extraño
buen hacer resultadista del club (el mejor arranque de la historia) esta
maquillando peligrosamente una profunda crisis de juego. Las estadísticas manifiestan
que el Barcelona casi dobla el coeficiente de número de goles encajados por
partido (del 0,78 del guardiolismo al 1,28 de estos inicios).
Errores que
por otra parte, se subsanan con la presencia de Messi. Jugando andando: el paradigma de la
excelencia.
P.D.
Paradoja también resultan los gritos a favor de la independencia de la
gradería. Ecos de la reciente fiebre
independentista actual nunca escuchados en el Estadi. A un Barsa que se sabe lo que es hoy día por su universalidad
debería preocuparle (que lo hace visto las recientes absurdas encuestas) el
buen manejo de ésta que hace su eterno rival. Un Real Madrid que comprendió
mejor que nadie que para ser grande tienen que ser muchos.