jueves, 31 de diciembre de 2015

2015: el momento

Sólo a veces, y cada cierto tiempo, surge una leyenda. En el deporte más impreciso y popular del planeta, aparecieron con cuentagotas personajes que infundieron realmente miedo. Desmedidamente anacrónicos, se habrían permitido triunfar en cualquier época porque su talento no conoce límites. En el fútbol moderno, siempre al parecer del que subscribe, estos jugadores se cuentan con los dedos de una mano. Existieron también futbolistas maravillosos, merecedores de su lugar en el olimpo de este deporte, pero que nunca pertenecieron a esta élite. Como dijo E.J. Rodriguez de George Best: “…jugadores que no hubieran encajado en la escuela del Ajax o la Masía, porque su talento silvestre sólo les permitía hacer rondos consigo mismos”. Definamos, para aclararnos, de qué clase de jugadores estamos hablando. Muy fácil. De los que, cogiendo el balón en cualquier punto del campo, todo el mundo tiene la sensación de que la jugada puede acabar en gol. Encuadrémolos pues. Primero, Diego Armando, en el gol de todos los tiempos, donde con un tobillo ya quebrado, marcó el gol definitivo. Segundo, Ronaldo Nazario, con su inolvidable gol una cálida noche de septiembre bajo la atenta mirada del apóstol Santiago. En tercer lugar, Henry y su Copa de Europa, incluyendo su impresionante final perdida contra el Barcelona. Tras él, la sonrisa eterna de Ronaldinho, con su carta de presentación en el Estadi mientras los niños dormían. Y por último, Messi. En el que no fue su gol más importante (pese a que abrió la lata en una final), ni el partido ante el rival más lustroso. Pero la espontaneidad del momento no imposibilitó que, en el momento en que Dios en la Tierra agarró el balón, más de uno estuviese ya cantando gol. Puede que alguno llorase incluso, sucumbiendo a tal descarga de sensaciones, como una trastornada Sharon Stone delante del Egon Schiele, no podemos saberlo. Pero sí que nunca estaremos lo suficientemente agradecidos, y puede que no se valore lo suficiente, la cantidad de cosas que viene haciendo el marciano por nosotros. Y sobretodo, lo que está claro es que el momento deportivo más emocionante del año nos lo volvió a regalar él. 

domingo, 20 de diciembre de 2015

Campeones del mundo

River 0-3 Barcelona. Mundial de Clubes, final.  


El Barcelona lo maduró a River durante los 35 minutos que aguantó el planteamiento de Gallardo. El mejor que hay, hubo y habrá abrió la lata en otra final con otro gesto técnico irrepetible para la historia y ahí se acabó el milagro de los de Núñez. Si el partido ante el Santos de PH Ganso y un Fracasinho en ciernes marcó la última revolución táctica con el 3-7-0 de Guardiola, la segunda parte de los de Lucho ratificó el dominio de “La Década” prodigiosa. Lo mejor que vimos, y posiblemente veremos, en un campo de fútbol.

La sobreexcitación de un extramotivado River no compensó las bajas que sufrió tras levantar la Libertadores. Mucho pesaron las salidas de Pedófilo, Funes Mori e, incluso, la de Cavenaghi. Si bien hay que reconocerle al muñeco, aficionado a los libros de historia y las tácticas militares, el planteamiento de un equipo con mucha ilusión y algunas pocas fisuras. Pero ante el mejor equipo de la historia poco pueden hacer todas las lecturas de Sun-Tzu. La mejor delantera que vimos pareció no padecer los problemas físicos que arrastraba y Casper levantó la Copa tal y como estaba planeado.

Es un torneo extraño este Mundial de Clubes. La antigua Intercontinental contaba con la magia de una final a partido único y en los tiempos que corrían los equipos sudamericanos parecían más potentes que los actuales. La democratización del fútbol acogió en su nuevo formato a los campeones de los cinco continentes, lo que desvirtuó sensiblemente el parecer de los aficionados. Pero no nos engañemos, siempre es un lujo ver estos partidos y, mismamente hace tres años, el Corinthians de Paolo bailó a un Chelsea (sí, de Gordítez) que pudo con los mejores de aquí. River fue un gran contendiente y dignificó una final que, en el fondo, siempre supo que las bajas le hacía jugar con las cartas marcadas.

La década 2005-2015 cierra con el Barcelona como el equipo con más títulos de la historia, la comparativa con cualquier otro club se antoja sonrojantemente ridícula y sólo queda ver cómo vamos a seguir creciendo. El equipo presenta un Messi en su madurez futbolística, a Fracasinho dispuesto a coger el cetro en unos años y el mejor delantero de la década como punta de lanza de un arma mortal. A esto hay que sumarle unos escuderos que cierran filas en torno a un equipo de época, donde los que a priori aquí brillan menos resultan los mejores en su puesto (Piqué, Alves, Busquets, Iniesta…). Encontró el Barcelona su piedra filosofal con Dios en la Tierra y lo equilibró con un ideal futbolístico que venía trabajando desde que Johan sorprendió a todos. El resultado no pudo ser mejor. El "Barcelona de Messi". Campeones del mundo. Los mejores de la historia.

XI: Bravo, Alves, Piqué, Mascherano, Alba; Busi, Rakitic, Iniesta; Messi, Neymar, Luisito.
Goles: Messi, Luisito, Luisito.



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